Porque los labios de la extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite;
Más su fin es amargo como el ajenjo, agudo como cuchillo de dos filos.
Sus pies descienden á la muerte; sus pasos sustentan el sepulcro.
- Proverbios (5:3-6)
Hemos comprendido a grandes -tal vez muy grandes- rasgos que "lo personal es político", pero no hemos podido escapar de ver aquello como una condena dolorosa más que como una llave para construir. Las escenas del terreno feminista se repiten narcisistas: todas queremos cambiar el mundo desmintiendo sobre nosotras aquellos estereotipos misóginos que nos inyectaron sobre esa figura odiosa que nos vendieron como "la mujer", y más específicamente "la mala mujer" que hoy ha mutado y colado en el movimiento en forma de la "feminista misógina" que nos cuesta asociar con las anteriores y que finalmente encarna la misma esencia patriarca, una arpía, arpía que aún nos asusta y confunde: "no nos debe definir como feministas, no nos puede definir como mujeres".
Esta forma de caracterizar a las mujeres toma diversas formas a través de la mitología y la literatura (¡la famosa cacería de brujas!), se deforma y hace carne en muchas otras que hoy seguimos usando inconscientemente para organizar el mundo a través de personajes; la madre abandónica, la hija seductora, la hermana mentirosa, la amiga traicionera, la novia materialista, en resumen: veneno que sacamos desde lo más íntimo e internalizado desde la infancia (bien lo conocemos todas) para catalogar a otra y así extirparla de nosotras mismas, y exponerla.
La historia en la causa feminista concurre más o menos así:
Nos alistamos, alineamos, nos dedicamos a aprender sobre la marcha, a definirnos imparables, de las que no van a tirar, a ser una (¿quién?) contra el mundo, nos convencemos que ahora sí seremos nuestro propio real inicio, y al tropezar, nos levantámos coléricas en busca de aquella grieta a la unidad perfecta; despertamos al varón que todas hemos interiorizado, que juzga y apunta, ahí entonces nos dedicamos a buscar a la loca, la traicionera que dejamos pasar, que nos dañó y que nunca seremos. Esa "infiel" que queremos ajena y hundida es un ejemplo de excelencia para ayer y hoy, que como bomba de tiempo espera a explotar; inteligente, deshonesta, traicionera y egoísta, esa mujer como tú, en la que confias y termina siendo "como es en el fondo".
A esta altura y relatado de esa forma, ya habremos reconocido un poco más el mecanismo repetitivo de relación femenina, entonces: ¿Seguiremos siendo tan insensatas y estúpidamente orgullosas de creer que no nos veremos inmersas con el ayer no resuelto, en el mañana? ¿entendimos realmente lo serio de cómo es que lo personal es político, o también lo usamos a conveniencia para ser individualistas y agresivas con quienes "pecan"?Debemos entender que no podemos permitirnos seguir creyendo que la historia no es cíclica y que la situación es política sólo cuando controlamos absolutamente todo, porque en contadas situaciones será así, e ignorar esa realidad nos caerá encima por el propio peso: despolitizar las relaciones y los conflictos que gestemos sólo permitirá que vuelvan a surgir. Tampoco pretendo seamos crueles con nosotras; es más que comprensible la dificultad del paso, teniendo en cuenta que nos encontramos desde siempre en una tierra ajena, donde los estereotipos y enseñanzas primarias y basales de la humanidad son de otros e impuestos; (somos, desde siempre, enseñadas como nuestro propio peor peligro), pero aquello no nos puede nublar del objetivos del actuar feminista en tal caso: aventurarse a encontrar márgenes propios, lejos de arquetipos infantiles, historias trilladas, madres y amigas devotas, como de eternas arpías malvadas y envidiosas.
Finalmente, re-ver esos arquetipos y agravios simbólicos que usamos para enmarcar y definir a la otra (y a nosotras mismas en limpia diferencia) y con ello lograr encontrar puntos en comunión con el respeto y el cuidado que merece, es a esta altura también una autoexigencia con su respectiva autocrítica: estancarse en la misma dinámica es un lujo, pues mientras nosotras nos ocupamos de nuestro feminismo cibernético y sororo, no hemos logrado siquiera que proxenetas dejen de dar charlas entre adolescentes en nombre del feminismo. Sentirnos intachables, rebeldes, valientes y puras frente a otras "infieles misóginas" no le sirve a ninguna mujer en el mundo. Tenemos, cada una como mujer y por un espacio útil en común, que tener esa fuerza individual y colectiva para dejar de mentirnos vistiéndonos diferenciadas, y vernos en la misma acera y no contra el mundo, a fin de construir espacios con futuro, que resulten fértiles para poder responsabilizarnos, criticarnos, pensarnos y repensarnos, dejando de usar a la otra como alabanza a lo que no queremos ser, como chivo expiatorio para un intachable feminismo purista y finalmente estéril.
Nos pese (o reconforte), no podemos seguir buscando la liberación a través de placeres misóginos, por mucho que nos guste creer que ello tiene futuro en la causa feminista.
Está en todas y en cada una.
Img. por. Aldana Maidana / @1lesbisk (Gracias, amor).
Título - A propósito de un poema de Rosario Castellanos, poetisa mexicana.
Comentarios
Publicar un comentario