Toda lesbiana es política

 

Uno de los logros/parche de la fracasada civilización patriarcal fue y sigue siendo la división de las mujeres desde potenciales nucleos de unión en diferencia, es decir: ellos, excusándose en nuestros posibles puntos de nutrición en diversidad, hicieron grietas; convenciéndonos de muchas desconfianzas, mentiras, odios y jerarquías y conmoviéndose felices con cada violencia y distancia que se impuso entre unas y otras. En esa línea, del terreno que pretendo ocuparme aquí es una de las bases de las relaciones entre mujeres: el lesbianismo, el amor entre mujeres, el encuentro más revolucionario posible entre nosotras. Donde la pugna de sectores internos a la lesbiandad parten de la idea de que el "lesbianismo" como caracter innato/sexológico fue usurpado por el feminismo, bifurcando dos tipos de experiencia lésbica: una "fetal" donde se es lesbiana desde el nacimiento como un empuje "biológico" hacia la atracción romántica, y otra "conversa". Sin embargo, las lesbianas que construimos un feminismo de las mujeres sabemos muy bien que el proceso fue contrario: la sexología masculina en los años 80' junto al movimiento gay masculino usurpó la experiencia lésbica para patologizarla como una suerte de condición conductual genética e inevitable, como "orientación sexual", quitando el potencial revolucionario que posee en tanto presciende de los hombres en uno de los terrenos más íntimos y vulnerables al poder patriarcal: el amor y la sexualidad (y con ello, también condenando a las mujeres heterosexuales a su "determinismo a sentir amor por los hombres"). Así, es el discurso del innatismo el que patologizó y patologiza el lesbianismo desde los cúmulos de poder médico y construye la idea del amor a una naturaleza irremediable y condenatoria, susurrando entonces a las mujeres (hoy repetido muchas veces por otras compañeras) y admitiendo su absoluto homo-erotismo patriarcal: "nadie querría ser lesbiana y sufrir de tantas formas", mensaje que fue y sigue siendo repetido de diversas formas pero con igual potencia y lesbofobia. Ante lo cual, las lesbianas que hemos politizado feminista nuestro amor respondemos en resistencia: Nosotras amamos y elegimos amarnos entre nosotras, no cómo harían ellos, claramente, si no, ampliando la habitación propia, usurpada y colonizada, que sólo podemos construir otra vez lejos de sus lógicas, de su violencia.

Las lesbianas en tanto mujeres habitamos y posicionamos inevitablemente en un sistema misógino, y reaccionamos a él desde los márgenes (sea abrazándolos como espacio de construcción, o negándonos, fingiendo indiferencia, etc) y estamos siempre respondiendo políticamente, en cada aspecto personal y cada movimiento que hacemos. Es más, en este mundo politizado, lo "apolítico" es poco más que aquello conservador que pretende evadir la discusión política desde falsa neutralidad (que siempre existirá a beneficio del sistema imperante). Y es por ello que no existe tal división "lesbiana política" "lesbiana no política"  en tanto no existe lo "apolitico" como "no postura", sino sólo la lesbiana que ha politizado feminista (o no) sus relaciones y su condición de lesbiana en este mundo patriarcal, que como toda relación, se organiza a través de lógicas, y estas pueden (o no) seguir protegiendo, amando y confiando en el sistema que mutila, mata y vende a sus hermanas y madres, puede seguir silenciosa y perseguir malabares patriarcas o puede afirmarse en el feminismo y atentar contra todo ello. En cada mujer está ese potencial.

Asumir la realidad de que cada mujer puede ser libre y no nace condenada a amar (muchas veces a quien la daña) es la base del feminismo; que no hay condena genética que nos determine y, por sobre todo, que otro mundo es posible. Si el amor al opresor es inevitable, indiferente cuán violentos, crueles y parasitarios tengan la libertad de ser: el feminismo carece de sentido. Amar, acoger, defender y priorizar, siempre es politizar. En resumen: politizar la lesbiandad feminista es asumirse lesbiana y levantar aquella bandera de libertad y construir desde ahí nuevas formas centrándose en la potencialidad del amor entre mujeres y los espacios revolucionarios mujeriles. Y cuando digo formas refiero a formas de todo; enamorarse,  mirar, tocar, abrazar, pensar, crear, de sentir y de establecer límites para abrir nuevos horizontes y de imaginar un mundo posible ampliando nuestro espacio y no nutriendo el de ellos que se ha conformado parasitario y ginocida. Es poner la esperanza en otra posibilidad, y reencontrarnos profundamente con el cariño siempre negado que es el que sólo nosotras podemos fundar.  Por otra parte, es necesario recordar y admitir que la desconfianza plantada entre nosotras nos ha hecho dudar, temer de todas y cada una, pero muchas ancestras y notables mujeres hoy nos demostraron que es posible romper con aquel pacto, que es posible posicionarse y atentar contra lo que nos divide y nos daña: es posible reencontrarse lejos de las dinámicas del amor sacrificial y dañino que es lo único que nos presentaron como sano y aceptable, es posible y lo merecemos, el volver a mirarnos a nosotras y a otras no ya con ojos policiales, si no como mujeres y con nuestros propios ojos, construir palabra y pensamiento para volver a cavar y rellenar esas lagunas que el sistema tanto enterró y escondió. Podemos volver a amarnos y amarnos distinto, con un horizonte que no sea incertidumbre o reproducción. Una lesbiandad diversa y consciente, lejos de condenas y discursos hegemónicos, orgullosas de los márgenes y las miles de posibilidades que abren los terrenos redescubiertos

 

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